Nadia vive con su padre, que la adoptó en Kenia cuando aún era un bebé mientras trabajaba como médico cooperante. El único recuerdo que guarda sobre sus orígenes es un pequeño "cofre de vida" con una tela y una pequeña muñeca, símbolos de su "pertenencia" a su tribu o a su familia. Es feliz en el instituto, tiene unos abuelos que la adoran pero todo parece torcerse cuando Érika, la hija de la pareja de su padre, irrumpe en su vida. Su "hermanastra" mantiene una relación tóxica con otra chica que parece prestar demasiada atención a ese pequeño cofre. Pero las sospechas de que ese objeto esconde un oscuro secreto la llevarán a conocer su verdadera historia.
Esta novela juvenil no me ha provocado tanto entusiasmo como la otra, quizás porque es una historia más alejada de la realidad, que no le sucede habitualmente a una joven de instituto. Hay elementos mágicos y misteriosos que la hacen menos creíble.
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