Cuando hace unas semanas hablé de los libros de autoayuda, entró en un comentario una recomendación de un libro que he querido leer. Yo sostenía en el post y en los comentarios , que algunos de nosotros nos autoayudamos leyendo libros y que prefería leer libros de personas que por su trayectoria vital nos pudieran aportar algo a nuestra forma de entender y encarar la vida.
El libro en cuestión se titula "El hombre en busca de sentido" de Viktor Frankl. Viktor Frankl era un psiquiatria austríaco de origen judío que permaneció preso en los campos de concentración alemanes. Aparte de su vivencia personal el libro construye los fundamentos de su teoría psicológica de la logoterapia, la voluntad de sentido para construir el destino del hombre.
Del libro, que es sobrecogedor y profundamente humanista, me quedo con tres cosas:
- La afirmación que hace el autor como superviviente de que "los mejores no regresaron de los campos". Todos aquellos que pusieron su nombre en las listas de la muerte para que otro más joven (padre de familia, esposo, hijo...) siguiera viviendo; el que recibió un tiro de gracia por ayudar a un enfermo o a un moribundo en aquellos trabajos extenuantes; los que ofrecieron un trozo de pan a otro a escondidas y fueron castigados duramente... Esos no volvieron.
- Cuando un preso sentía que lo había perdido todo (familia, casa, vida, humanidad, fuerzas...) y se "dejaba morir" porque no esperaba nada de la vida, Viktor Frankl le decía que la vida SÍ espera cosas de cada uno de nosotros. De ahí tenían que sacar las fuerzas para seguir luchando cada día por seguir vivo.
- Lo único que no les pudieron arrancar a ninguno uno de ellos fue la libertad: la libertad para pensar, para seguir amando, para seguir esperando, para decidir vivir o morir. Si a todos los presos les sometían a las mismas torturas, hambre, trabajos forzados... era posible esperar que reaccionaran igual (según una premisa de la psicología). Y sin embargo cada hombre reaccionó de manera distinta; los hubo que lucharon hasta el final por sobrevivir y los hubo que sucumbieron a la desesperación.
Este último pensamiento lo recoge también Nelson Mandela en su biografía cuando recita el poema que tantos días le acompañó durante sus años de cautivero. El poema de William Ernest Henley dice así
INVICTUS
Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma invicta.
En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he pestañeado.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.
Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el Horror de la Sombra,
la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el portal,
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma.
Y después de todo aquello sólo queda construir nuestro futuro, nuestro propio destino ... porque la vida siempre espera grandes o pequeñas cosas de cada uno de nosotros.
El libro en cuestión se titula "El hombre en busca de sentido" de Viktor Frankl. Viktor Frankl era un psiquiatria austríaco de origen judío que permaneció preso en los campos de concentración alemanes. Aparte de su vivencia personal el libro construye los fundamentos de su teoría psicológica de la logoterapia, la voluntad de sentido para construir el destino del hombre.
Del libro, que es sobrecogedor y profundamente humanista, me quedo con tres cosas:
- La afirmación que hace el autor como superviviente de que "los mejores no regresaron de los campos". Todos aquellos que pusieron su nombre en las listas de la muerte para que otro más joven (padre de familia, esposo, hijo...) siguiera viviendo; el que recibió un tiro de gracia por ayudar a un enfermo o a un moribundo en aquellos trabajos extenuantes; los que ofrecieron un trozo de pan a otro a escondidas y fueron castigados duramente... Esos no volvieron.
- Cuando un preso sentía que lo había perdido todo (familia, casa, vida, humanidad, fuerzas...) y se "dejaba morir" porque no esperaba nada de la vida, Viktor Frankl le decía que la vida SÍ espera cosas de cada uno de nosotros. De ahí tenían que sacar las fuerzas para seguir luchando cada día por seguir vivo.
- Lo único que no les pudieron arrancar a ninguno uno de ellos fue la libertad: la libertad para pensar, para seguir amando, para seguir esperando, para decidir vivir o morir. Si a todos los presos les sometían a las mismas torturas, hambre, trabajos forzados... era posible esperar que reaccionaran igual (según una premisa de la psicología). Y sin embargo cada hombre reaccionó de manera distinta; los hubo que lucharon hasta el final por sobrevivir y los hubo que sucumbieron a la desesperación.
Este último pensamiento lo recoge también Nelson Mandela en su biografía cuando recita el poema que tantos días le acompañó durante sus años de cautivero. El poema de William Ernest Henley dice así
INVICTUS
Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma invicta.
En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he pestañeado.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.
Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el Horror de la Sombra,
la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el portal,
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma.
Y después de todo aquello sólo queda construir nuestro futuro, nuestro propio destino ... porque la vida siempre espera grandes o pequeñas cosas de cada uno de nosotros.
He leído el libro de Frankl, y me encantó. Hace unos meses vi la película de "Invictus" y me llamó mucho la atención el poema. Me propuse encontrar la referencia del autor pero, cosas de la vida, no llegué a ponerme manos a la obra. Gracias por haberlos reunido en el mismo artículo.
ResponderEliminarMe encanta el blog.
Pablo