
Así, un hombre anodino de nombre impronunciable se convierte en el lector del tren, el que sorprende cada día con un fragmento, un pequeño relato que más que acompañar despierta en los oyentes la pasión por saber más y seguir leyendo.
Un canto a la lectura como compañera de viajes, a los libros como trazadores de historias y a las palabras como universo de la imaginación.
Muchas gracias, Belén, por la recomendación y a todos vosotros, leedlo ... en vuestro próximo tren.
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